Carla recibió una herencia que nunca imaginó, al morir su tía Marintia se enteró que había sido nombrada heredera universal de la fallecida tía, entre las propiedades que ahora serían de ella se encontraban además de las joyas, un enorme peinador, el cual tenía un impactante espejo enorme de incalculable valor histórico, ya que su origen se remontaba hasta los años del imperio de Carlota y Maximiliano, algunos incluso afirmaban que aquel mueble rústico habría llegado procedente desde Austria.
Carla fue notificada por el apoderado legal de su difunta tía con quien se puso de acuerdo para recibir la herencia, los trámites siguieron su curso y un día al fin la joven recibió en su casa de manera oficial aquella herencia.
El enorme peinador fue colocado en su alcoba, esa noche a la llegada de Javier, su marido, se sorprendió al ver que el mencionado mueble era en realidad más grande y hermoso de lo que se imaginaba.
El fin de semana llegó y Carla se arreglaba frente al espejo del tocador, cuando notó que en uno de sus ojos podía apreciarse una extraña carnosidad oscura, era como dentro de su ojo una mancha negra lo fuera infectando, salió de la habitación muy angustiada y le comentó a Javier lo que le pasaba, él la tranquilizó y le dijo que no tenía nada.
Al día siguiente al despertar, Carla se miró en el espejo y se dio cuenta que la mancha ahora se había extendido a sus dos ojos, despertó a Javier, quien se dio cuenta que algo terrible ocurría, pues al verla de forma directa no se veía ninguna anomalía en su mirada pero al verla en el reflejo si podía apreciar que sus ojos comenzaban a verse negros y viscosos, como si una una extraña mancha los fuera consumiendo poco a poco.
Carla espantada y desconcertada salió corriendo del cuarto y se dirigió hacia el cajón de herramientas de su marido, la mujer entró de nuevo al cuarto con un martillo en sus manos se dirigió directamente al peinador, alzó su mano dispuesta a romper el espejo, sin embargo Javier la detuvo diciéndole que esa no era la solución, Carla quien no dejaba de ver su reflejo con los ojos negros soltó un grito de verdadera angustia y señaló hacia el mueble. Javier giró su cabeza y pudo ver en el reflejo del tocador la imagen de Carla con los ojos completamente negros y levitando sobre el piso, como si aquel reflejo fuera una imagen independiente, con vida propia, ambos quedaron sumamente horrorizados por lo que veían.
La imagen dentro del espejo de pronto se lanzó sobre ellos, haciéndolos retroceder, sin embargo aquel espectro infernal se estrelló en el mismo cristal, parecía que aquello era la reja de su prisión. El espejo del peinador tenía atrapado en su reflejo a un ser parecido a Carla pero con los ojos negros y con la facultad de elevarse del suelo. Javier, dijo que debían abandonar la casa, que no podían quedarse ahí con ese demonio atrapado en el cristal.
Se dirigieron a la sala de la casa donde se sentaron mientras meditaban e intentaban encontrarle lógica aquella situación que se había salido por completo de lo que su mente les permitía comprender. De la nada una voz horrible comenzó a escucharse desde la habitación, no entendían lo que decía, pero sabían que no podía ser nada bueno, Javier sacó su teléfono e hizo una llamada; varios minutos después llegó hasta su casa su amigo Silvino, quien al entrar a la vivienda le dijo que sentía una presencia maligna, que debía salir de la casa cuanto antes. Carla, preguntó a Javier que quién era él; por lo que le respondió que era el amigo que le había contado sabía leer las cartas y hacer trabajo de hechicería.
Silvino le dijo que no podría leerle las cartas dentro de la casa, pues aquella presencia no humana se lo impediría. Salió de la casa y les dijo que debían hacer lo mismo o pronto aquel demonio encontraría una forma de salir a nuestro plano, y que lo haría a través del cuerpo de Carla, pues era la forma que había elegido para salir.
Carla comenzó a reír de una forma por demás extraña, miró a Javier, quien comenzó a caminar hacia la calle, sin poder detenerse; Silvino permanecía inmóvil completamente. Al llegar a la calle Javier fue arrollado por un camión repartidor de refrescos, quien se lo llevó entre las llantas despedazándolo por completo. Carla miró a Silvino, ella lo dirigió hasta la cocina, tomó un tenedor y lo introdujo en el contacto de la luz, electrocutándose de una forma horrible, cayendo muerto después de la descarga.
Hasta ahora nadie ha vuelto a vivir en aquella casa donde la tragedia y el mal permanecen escondidos en el espejo del viejo mueble que Carla tuvo como herencia.
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