El Matadero Abandonado

RELATOS DE TERROR

EL MATADERO ABANDONADO

En este lugar trabajó mi bisabuelo, él le contó a mi papá que durante el invierno del 68 todos en casa enfermaron de sarampión  por lo que estuvieron prácticamente encerrados por dos semanas hasta que aliviaron y fue entonces cuando al volver a sus actividades se encontraron con militares sacando a todos de sus casas y resguardando este matadero para que nadie más volviera a entrar.
Desde pequeño me inquietaba saber que había pasado con todos ahí; por qué el ejército había llegado hasta allá para desalojar el ejido y nunca jamás decir nada de lo que paso con los que estaban dentro del rastro.
El ejido se llamaba Tierra Colorada, esto debido a que el mayor ingreso de todos era la venta de carne de las reses que sacrificaban en el matadero; la sangre de los animales había hecho que el suelo se volviera color rojo, no solo dentro del rastro, los patios y algunos metros alrededor tenían el mismo color.
Lleve mi investigación más allá de un simple buscador de internet, me aboque en la correspondencia que mi padre guardada en aquel viejo cajón para poder saber dónde y a quién buscar. Enliste los nombres de los remitentes de los sobres, posteriormente valiéndome de algunos conocidos pude dar con los datos generales de las personas, en algunos casos se trataba de homónimos, sin embargo algunos si eran las personas que buscaba, como era de esperarse algunos ya habían fallecido, otros fueron imposibles de localizar, solamente pude contactar con uno y con él encontré las respuestas que me permitieron saber lo ocurrido en el matadero abandonado de Tierra Colorada.
Su nombre era Fidel Bernal, tenía 60 años actualmente, por lo que durante el invierno del 68 su edad rondaba los 10 años. Para mi fortuna vivía en la misma ciudad que yo, cuando tuve la dirección de su casa sin pensarlo fui, al llegar me sorprendió ver que ahí se ubicaba una hierberia, al entrar vi un hombre mayor y obeso sentado tras el mostrador, pensé que me diría como en las películas “te estaba esperando” o alguna frase parecida, sin embargo se limitó a verme y preguntar que qué andaba llevando.
Le explique que el motivo de mi visita era saber qué había pasado en Tierra Colorada y por qué de pronto desalojaron a todos; se levantó de su asiento y llamó a un joven que salió de otro cuarto y le pidió que se encargara de la hierbería, a mí simplemente me indicó que pasará al fondo del negocio. 
Al seguirlo cruzamos un patio donde en jaulas tenia gallinas negras, en el patio había sembradas las hierbas más comunes de encontrar en esa clase de negocios, entramos a una habitación donde se encontraban diferentes altares con imágenes religiosas y veladoras, me pidió que tomara asiento; estaba una mesa pequeña con 4 sillas; una vez ahí el hombre saco de la bolsa de su amplia guayabera un paquete que contenía unas cartas; yo le dije que no quería que me leyera las cartas, que estaba haciendo  una investigación de lo sucedido. Me miró serenamente y me cuestionó el motivo de mi interés a lo que le respondí que deseaba saber lo sucedido ya que quería publicar un libro con la historia que rodeaba al matadero abandonado de Tierra Colorada.
- Es algo muy peligroso, ¿no tienes otra mejor forma de echarte la soga al cuello? – me preguntó en un tono demasiado frío, por lo que respondí con la misma seriedad que si había algún motivo por el cuál debería temer por mi vida.
Se levantó y sacó de un viejo gabinete de madera un diario antiguo y manchado por el tiempo; lo abrió y me dijo:
“Mi padre era el curandero del lugar, él les avisó que algo muy malo pasaría con la llegada de los fuereños al ejido; pero solo unos cuantos le creyeron, sin embargo no le hicieron caso. Esos hombres llevaron la maldición a Tierra Colorada y con ello desataron el demonio y la muerte en ese lugar”
Le pedí que me diera más detalles que no sabía nada de lo que me hablaba; me respondió que nadie sabía nada ni debería saberlo y que si me lo contaba era porque sabía que no arriesgaría mi vida contando en un libro todo lo que él me diría.
Me explicó que durante el año de 1968 a México llegaron muchos extranjeros, muchos venían por los juegos que se celebrarían; a Tierra Colorada llegaron 3 alemanes, los cuales tenían el propósito de ir a cazar venados en lo alto de la montaña. Mi primer pensamiento fue que tal vez ellos habían expandido algún virus experimental como acto terrorista previo a las olimpiadas, provocando el sarampión en los pobladores, pero su historia fue más allá.
“Sus nombres nadie podía pronunciarlos, llegaron a nuestra casa y le compraron a mi papá  cosas que solo los que se dedican a la magia negra podrían utilizar, subieron a la montaña y a los 3 días solo regresó uno de ellos, lo hizo a media noche, bañado en sangre, en su estómago tenia clavados los cuernos de un venado, hablaba en su idioma pero nadie le entendía, mi papá y yo lo vimos, entró al rastro, donde estaba el velador, el alemán parecía huir de algo, mi papá dijo que eso era producto del demonio que habían invocado en lo alto del cerro… esa es la forma en la que el diablo te muestra que no eres digno de servirle”
Me contaba la historia con tanta elocuencia que resultaba difícil mantenerse ajeno a la emoción de cuestionarle más sobre el tema. Me dijo que al día siguiente nadie supo nada del alemán herido ni de los otros, que el velador le negó a su padre el haberlo visto y ayudado, pero como tenía el don de la videncia, vio el mal en los ojos del velador. 
“No pasaron ni dos semanas cuando muchos en Tierra Colorada comenzaron a enfermar, llegaban a la hierbería con diferentes síntomas, todos tenían en común que al pasar frente al altar convulsionaban y se resistían, mi papá le pidió a mi mamá que no nos dejara salir mientras se mantenía la epidemia, la “peste infernal” como él la llamaba, aseguraba que todos los ciudadanos estaban malditos y que la culpa la tenían los alemanes que habían invocado al demonio”
Sentía la historia en ocasiones demasiado fantasiosa, pero cuando le cuestionaba algo, su respuesta tenia sólidos fundamentos, por ejemplo cuando le pregunte que si la autoridad no había investigado las desapariciones de los supuestos alemanes o el brote de sarampión en la localidad; respondió que todos estaban concentrados con el movimiento estudiantil de ese año así como con los juegos olímpicos. 
“Mi papá consultó a las cartas y se dio cuenta que el mal estaba albergado dentro del matadero, para noviembre ya habían muerto los familiares de los empleados del rastro, ellos llevaban la maldición a sus hogares, enfermando a todos en sus casas, la autoridad decretó que era sarampión pero no fue así, fue una peste maldita, los síntomas que tenían eran los de una posesión, mi papá corrió la voz e hizo que las personas que aún no enfermaban se encerraran en sus casas, que no salieran, solo de esa forma se pudo evitar una mayor propagación de ese mal que los alemanes liberaron”.
Sus palabras llevaban emoción e intriga, por momentos pensaba que me contaba el guion de una película y no lo que había pasado en Tierra Colorada. Al hacer una pausa, le pregunté directamente que había pasado en el rastro, por qué lo habían cerrado con la gente adentro.
Me miró firmemente y me dijo que dentro del rastro ya no había ninguna persona viva, que su padre había entrado la noche del 9 de diciembre y que pudo ver como las personas se dejaban caer en las maquinas cortadoras de carne, dejando que su sangre infectara la tierra, volviéndola estéril y maldita para la eternidad.
“Mi padre al ver la barbarie que pasaba salió del matadero e intentó prenderle fuego al lugar en un intento inútil de purificar la tierra, sin embargo la tierra roja impedía que las llamas crecieran y las sofocaban, a la mañana siguiente bajó hasta la comisaría más cercana, donde les contó lo sucedido, fue cuando regresó con el ejército y el resto de la historia, pues ya lo debe conocer”.
Buscó en el libro amarillento y me dio una foto vieja y maltratada del matadero y me dijo que la había tomado durante los años 70’s cuando volvió a Tierra Colorada, pero encontró el lugar cuidado por militares.
Le pregunte que cuál era la parte de la historia que pondría en peligro mi vida si lo revelaba, a lo que respondió que todo, que el gobierno jamás permitiría que se supiera un tema tan escabroso y donde ellos jamás prestaron atención ni evitaron esas muertes; además de que no tendrían manera de explicar que fue lo que provocó que los empleados del rastro se suicidaran de una forma tan horripilante. 
“El Gobierno jamás aceptaría que una población entera fue arrasada por una entidad sobrenatural que les poseía y les hacía transmitir esa fiebre a toda la familia, tampoco podrían explicar porque se sacrificaron a muchos en el ejido; los sorchos entraron a Tierra Colorada, solo dejaron irse a los que no estaban enfermos, los que presentaban los síntomas del sarampión eran sacrificados como ganado enfermo, de un tiro en la frente se les ultimaba, ¿tú crees que el gobierno se quedaría tan a gusto si tu cuentas la historia?, ¿por qué crees que después de eso ellos se preocuparon por erradicar el sarampión?”.
Me levante y le pregunte que por qué razón me había contado todo, que si no tenía miedo a que yo hablara de los hechos involucrándolo. Me respondió con serenidad que yo tenía derecho a saber lo sucedido ya que era probable que alguien de mi familia hubiera muerto y yo debía saber la verdad. Me dio la foto y me dijo que podía guardarla, que esa era toda la verdad y que no la volvería a repetir nunca más.
Hoy por la mañana vi en el diario que ayer por la tarde fue asesinado en su local él y su ayudante, las noticias informan que era la casa de seguridad de una banda de secuestradores y que la hierbería solo servía como pantalla para engañar a la gente. Yo que estuve ahí sé que nada de lo que se publica es verdad, creo que a final de cuentas la historia es cierta y sus sospechas de que el gobierno hará todo lo necesario para mantener la información oculta también es verdad. 
Creo que la vida de quien sepa esto estará siempre en un grave peligro.
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